29 de juliol, 2008

Des de Francia con Amor

Va... per celebrar que fa un mes que vaig començar a escriure al blog he decidit que hi penjaré un conte. Em fa una micona de vergonya, cal dir que és una primera versió, el vaig escriure fa un parell de setmanes. Ara, caldrà reesciure'l, millorar-lo, arrodonir el final.

Però... aqui el teniu...

Cae la tarde en el bosque. Árboles seis veces más altos que él, rodean a Daniel, que vuelve a casa. Pisa montones de hojas que ya el otoño está haciendo caer. Oye el ruido de todas las aguas que corren montaña abajo. Si las hadas existieran vivirían aquí, piensa él. Se crió en una falda que no era la de su madre, sino la de las montañas del Pirineo francés. Solo un par de veces en su vida se había alejado de los prados verdes poblados de vacas que rodeaban Sentein, de los árboles altos y torcidos en sus bosques, de los lagos oscuros alrededor de los que hoy vigila en su trabajo como guardia forestal. Todo lo que ama está allí. O casi todo. Va pensando precisamente en eso. Tiene suerte: estudió lo que quiso, sin verse obligado a ocupar el lugar de su padre en la granja familiar, que de eso ya se encarga su hermano mayor. Y ahora trabaja libre en medio de los bosques que le tienen enamorado des de niño. Pensando en su enamoramiento piensa en ella. Se acuerda de Laura, a la que vio por última vez hace dos meses, en verano. Se da cuenta en un segundo de que la ama y de que es lo único que echa en falta. Desde el bosque húmedo, fresco y amplio piensa en la ciudad donde ella vive. Una vez, hace ya mucho, pasó a visitarla durante sus vacaciones. La ciudad de Laura no le gustó. Ni siquiera Laura parecía la misma allí. Él estaba acostumbrado a verla despreocupada en verano, en pantalón corto, subiendo sus montañas o nadando en sus lagos. En la ciudad la había encontrado nerviosa, seria, distante y en pantalón largo. Ya hacía tres años que ella pasaba al menos un mes de sus vacaciones en Sentein.

Daniel acelera el paso para llegar a casa por que ha decidido que le va a escribir un e-mail a Laura. Ella lo leerá desde su habitación pequeña, con las ventanas de aluminio cerradas para no oír los motores de los coches que, siempre con prisa, pasan delante de su casa. Mientras él lo habrá escrito ante la ventana abierta de madera, desde la que puede oír los gritos de los árboles, los cantos del agua y el silbido de la vida que corre alrededor de su pequeño y amado pueblo del Pirineo francés.
Daniel vuelve a pensar en la ciudad de Laura. Cuando la visitó le disgustó descubrir que allí Laura no vivía en una casita de planta baja con el tejado de pizarra azulada inclinado, como la suya en Sentein. En vez de eso, Laura vivía en un bloque alto de cemento grisáceo con ventanas demasiado pequeñas. La casa de Daniel estaba rodeada de jardín y prados. Alrededor del edificio de Laura lo único que crecía eran más y más edificios de cemento: grises o de color amarillo pálido, blanco sucio o del color rosa de una rosa marchita. En vez de lagos y bosques como los que rodeaban Sentein, alrededor de la ciudad de laura lo más verde que se podía encontrar eran los setos medio muertos que separaban los carriles de la autopista. Y no podía encontrarse agua ni en las fuentes públicas… la sequía había hecho mella.

Pensar en Laura allí le preocupa. La echa de menos y la desea a su lado. Empieza a meditar un plan. La irá a buscar. Pedirá tres días de fiesta en el trabajo y se irá al país vecino en busca de lo único que le falta para ser feliz. Aparecerá ante Laura, en medio del cemento gris haciendo promesas de un verde vivo. Será algo muy romántico, le llevará flores de los bosques de Sentein y agua de los lagos en una botellita. Le dirá que todo será para ella si le acompaña, le prometerá besos cada mañana y cantos de pájaros en las ventanas.
De pronto Daniel deja de imaginar la declaración perfecta. Toma otro punto de vista. Daniel decide que será mejor secuestrarla. Es una mujer de ciudad, independiente y fuerte, quizá no le van los cursis que se arrodillan prometiendo un final feliz que nunca va a ser verdad. Querrá algo más duro. Él puede ser duro y tosco. La secuestrará y la traerá a su casita, después de hacerle el amor con el desespero del condenado a muerte, ella no querrá marcharse jamás. Más que un secuestro, en realidad será un rescate, tiene que rescatarla de los bosques de cemento y los ríos de autopistas y traerla a los bosques de hadas que rodean Sentein.
Pero de golpe Daniel siente pánico. No puede bajar y pedirle que se case con él ni puede secuestrarla… no, mejor no hacer nada. Siente pánico ante la posibilidad de que ella no esté dispuesta a dejar de mirar a través de sus ventanas de aluminio cerradas para evitar el ruido. O peor aun… ¿y si él le dice lo que siente y ella le pide que se traslade a vivir a la ciudad? Daniel moriría sin sus altos árboles torcidos. No. No va a hacer nada. Esperará al verano siguiente para volver a disfrutar de su fugaz sueño de verano.

Suena el teléfono en casa de Daniel.

- Salut Dani! J’ai reçú ton e-mail. (risas) ¿Has visto como ha mejorado mi francés? Estoy haciendo un intensivo. ¿Qué tal estas? Acabo de ver tu mensaje. ¿Sabes? Me apetece verte… ¿que te parece si subo en Navidad a Sentein? Hecho de menos el aire que respiro allí. Decidido. Esta Navidad subo a verte.